“La respetada montaña más fría del planeta se hizo dueña de todos mis pensamientos”
ALBERTO CURI MONTAÑISTA
TEXTO: Moisés Torfe
Un nuevo sueño empezaba a rondar por mi cabeza, y la montaña más fría del planeta se hizo dueña de todos mis pensamientos. El Denali, con sus 6.190 msnm, fue el impulsor de esta nueva aventura”, inició la charla el montañista salteño Alberto Curi, quien recientemente se embarcó en una nueva aventura.
Una nueva vivencia en las alturas...
“Con mi gran amigo Mauricio Gómez volamos hacia ‘La última frontera’: Alaska, nos separaban 12.157 km desde mi amada Salta. La primera etapa del viaje nos llevó a Atlanta, luego volamos hacia Anchorage, capital de Alaska, para llegar, por fin, a Talkeetna, último vestigio de civilización que vemos antes de adentrarnos de lleno en el corazón de la bravura del Polo Norte. Una avioneta con esquíes, en lugar de ruedas, nos llevó hacia el glaciar Kahitna, campo base del Monte Denali, donde un frío extremo -40 grados bajo cero-, nos abrazó anunciándonos que nada iba ser fácil. Alistamos los trineos de carga de 55 kg, que cada uno debería arrastrar con sogas más nuestras mochilas de 20 kg que llevábamos en nuestras espaldas. La penosa travesía hacia el primer campamento había empezado. La nieve y su blanco extremo era lo que dominaba todo el paisaje.
Las raquetas que usábamos en nuestras botas nos ayudaban a que nuestros pasos sean más ágiles en medio de la blanda nieve.
¿Cómo encararon este nuevo reto?
Tras 10 horas de fatigosa caminata, luchando con el frío, la nieve, viento, trineo, mochila y subidas, llegamos al lugar donde pasaríamos nuestra primera noche, en sentido figurado porque teníamos 24 horas de luz, cuestión que nos complicó a la hora de conciliar el sueño. Armamos una carpa en donde cocinamos porque teníamos un hambre impresionante. Llevamos comida deshidratada que debíamos rehidratar con nieve derretida en nuestros calentadores. En cada bocado que hacíamos, sentíamos como la energía entraba en nuestros cuerpos y recobrábamos las fuerzas. La noche no fue nada fácil, el viento arreciaba violentamente contra nuestra carpa, el frío se hacia sentir a pesar de tener bolsas de dormir y ropa preparada para temperaturas extremas.
¿Nada los hizo retroceder?
No, iniciamos el segundo día derritiendo nieve para preparar el café y mate para desayunar y también para poner en nuestras botellas en donde agregábamos Gatorade en polvo, toda una rareza que compramos en un supermercado y nos ayudaría en nuestra hidratación. El segundo día fue un calco del primero, 8 horas de caminata tirando el trineo, cargando la mochila, el blanco intenso del paisaje, y el viento que no nos daba tregua hicieron que nuestras fuerzas se sientan diezmadas notablemente deseando llegar para meternos en nuestras bolsas de dormir y descansar, porque realmente lo necesitábamos.
¿Cuál era la estrategia?
El campamento 3 nos esperaba después de caminar siete horas para abrazarnos y mostrarnos la verdadera bravura de la montaña más fría del planeta. Nuestra estrategia era mantenernos en el campamento 3 hasta que el reporte del clima nos avise de una posible ventana para poder atacar la cumbre. El clima era nuestro enemigo ya que no había una señal de mejorar y los días iban pasando. Vimos al helicóptero de rescate en varias oportunidades y nos enteramos, a través de nuestros teléfonos satelitales, que habían fallecido dos montañistas chinos por haber caído a una grieta. Fueron 11 los días que estuvimos en el campamento 3 encerrados en nuestra pequeña carpa. Y finalmente llego la peor noticia. El reporte del clima nos mandó una alerta roja que se aproximaba una tormenta muy grande que iba a durar 6 días. Haber soñado tanto tiempo para llegar a conquistar Alaska, y después de tanto esfuerzo para llegar a estar tan cerca y tan lejos a la vez... empezó una gran lucha interna entre la razón y el corazón. La razón nos gritaba que deberíamos bajar urgente y alejarnos de la tormenta. El corazón nos decía al oído que sigamos luchando por lograr coronar la cumbre. Esta vez ganó la razón. Desarmamos el campamento y empezamos a descender en medio de un fuerte viento que nos avisaba que la gran tormenta estaba llegando.
¿Cuál es la reflexión?
Mientras bajábamos y escapábamos de los peligros, una reflexión que surgía con cada paso que daba retumbaba en mis oídos preguntándome “cuál era mi verdadera cumbre”. A pesar de no haber llegado a la cima del Denali, siendo mi primera vez que no lograba coronar una montaña, la razón me enseñó que la verdadera cumbre estaba en poder volver a eso cerros custodiados por el general Martín Miguel de Güemes y sus gauchos. Y es ahí donde el corazón encuentra esa paz y el descanso en la familia que tanto anhelaba mi regreso.
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2023-09-24T07:00:00.0000000Z
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