El Tribuno

El místico del siglo XI, guía e interlocutor de Dante en la Divina Comedia, es la representación de la unión

Por Patricio Colombo Presidente del Instituto de Estudios Históricos “San Felipe y Santiago”

La Fortuna, diosa romana inescrutable y extremadamente esquiva, fue venerada alegóricamente por los más destacados humanistas florentinos (1). Esta deidad maltrató cruelmente a Dante Alighieri, a quien precipitó desde la cúspide del poder de Florencia a un amargo destierro que lo privó de vivir felizmente en su casa, que fue demolida. Se abatió sobre él una inmerecida condena que truncó la dorada rutina intelectual del poeta y que evitó que éste disfrutara de una amable cotidianeidad rodeado de sus afectos más entrañables y de sus bienes que le fueron confiscados.

A Dante sólo le quedaron los recuerdos del momento de su apogeo político, de las tertulias con sus amigos poetas creadores del “bel stil nuovo”, con quienes dieron su primera “forma mentis” al Humanismo naciente y a la añoranza de las batallas políticas y castrenses libradas en defensa de su amada patria.

El poeta florentino como un nuevo Job, jamás culpó a Dios de su inaudita mala suerte y es más, desde su profundo dolor, devolvió a la humanidad y a sus propios verdugos un testimonio de esperanza, un verdadero himno que alaba el esplendor de la Creación y un testimonio que afirma que al hombre de fe lo alumbra siempre la luz divina que vence a las tinieblas y a la muerte.

En estas jornadas de octubre, hablaremos de la “Divina Comedia”, La obra cumbre de Dante, y de los tres reinos de ultratumba por los que el vate peregrinó en la búsqueda del conocimiento supremo: El Infierno, El Purgatorio y El Paraíso, y de los tres guías que lo condujeron a través de su itinerario espiritual hacia Dios.

Dante nos dice que, para alcanzar el conocimiento de Dios, el camino es la mística. Relata que en el Paraíso. su último guía fue San Bernardo de Claraval, quien le pidió a la Reina de los Cielos que le permitiera al alma de su pupilo la “unio mística”, que daría un conocimiento pleno de la divinidad.

El autor del “poema sacro” afirma que logró esa experiencia mística de sentir la presencia profunda de Dios en su alma y de comprender su infinita bondad, su magnífica belleza y su justo poder. La Divina Comedia es un mensaje que contiene lo esencial de su aprendizaje espiritual, realizado a lo largo de su peregrinaje a través de la historia, de los antros infernales, del Purgatorio y de la visión final de los cielos. Su autor concluye que la razón es un instrumento que permite alcanzar la sabiduría humana, pero la verdad sólo la alcanzará quien pueda penetrar en el arcano absoluto desde el corazón; es decir, desde “el amor que mueve el sol y las demás estrellas”.

Encuentro en el Paraíso

En la Divina Comedia, Dante Alighieri se encontró con San Bernardo en el último tramo de su ascenso al Paraíso, donde este enviado divino suplantó a Beatriz como guía del viajero ultraterreno. El poeta describe así su encuentro con el bienaventurado monje de Claraval: “me volví con renovado anhelo, hacia mi dama, a preguntarle cosas, que mi mente tenía en suspenso”… “Creí ver a Beatriz y vi a un anciano, vestido cual las almas de la gloria. Difuso estaba en sus ojos y mejillas de benigna Leticia, en gesto pío, como a padre tiernísimo conviene.’¿ Donde está ella?’, dije yo de súbito… Y él a mi: ‘Por dar término a tu ansia, Beatriz me mandó a ti desde mi sitio’.

En su peregrinación realizada bajo la especie de la eternidad, Dante atraviesa los antros infernales escoltado por Virgilio que representa la potencia de la razón humana, que por una breve fracción de tiempo no alcanzó a ser iluminada por la Revelación. El poeta romano en su “Eneida” había fusionado las tradiciones culturales, mitológicas y literarias de Grecia y Roma y en su IV Égloga dedicada a Ansinio Polión, había profetizado el nacimiento del Mesías en el momento inminente del advenimiento de la “Plenitud de los Tiempos”.

Este compañero pagano del viaje infernal podía orientarlo en su deambular por el Hades y parcialmente en el ascenso a la montaña del Purgatorio, pero no en su trayecto hacia el Paraíso, por haber muerto antes del nacimiento de Cristo. Ese rol le correspondió a Beatriz, que como indican la mayoría de los exégetas dantescos, simboliza la teología. Ella, a pesar de su amor por el viandante, no podía llegar hasta el Empireo. Por esa razón, ella conducirá al poeta hasta el penúltimo tramo del Cielo. Su límite está dado porque la razón humana es insuficiente para comprender a Dios y lograr la fusión del alma de la criatura finita con la infinita fuente del amor divino. Para este último tramo, para alcanzar el Sancta Santorum de la divinidad, se requería el auxilio de un místico que ayudara al poeta a lograr el desiderátum de la unión espiritual con Dios.

Opinión

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2023-06-10T07:00:00.0000000Z

2023-06-10T07:00:00.0000000Z

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