El Tribuno

Muchos candidatos y una dudosa representatividad

En nuestra provincia debemos poner foco en tres cuestiones: el rol de los partidos políticos puertas adentro, la crisis de representatividad y los esquemas de gobernabilidad el día después del 14 de mayo.

Por Ezequiel Jiménez Politólogo.

Récord. Récord total. 12.500 personas en búsqueda de un cargo político en las elecciones provinciales de Salta. Tenemos 12 fórmulas a la gobernación, con una oferta igual de amplia que en 1991, pero un detalle importante: en 1991 Salta se regía por la Ley de Lemas. Las colectoras, que ofrecen poco en propuestas, convertían al caudal de votos en una farsa.

En un escenario de 12 frentes, pregunto: ¿hay 12 visiones de Provincia? En Salta capital, 15 listas para la Intendencia demarcan que sobra la oferta, pero ¿hay demanda?

Casi 1.100.000 votantes van a tener la oportunidad de juzgar si la política les ofrece soluciones a sus problemas diarios o se asemeja a un convite entre un círculo muy pequeño de personas politizadas, pero sin vocación política. La gran diferencia entre “querer representar” o “ser útil a un calendario eleccionario” es tan grande como las pocas ganas de ver una ciudad o localidad inundada de afiches y cartelería.

Esos casi 1.100.000 votantes deberán elegir entre 12.500 personas para 1 gobernador, 1 vicegobernador, 30 diputados y 11 senadores para renovar el poder legislativo, 60 intendentes y 343 concejales. Una explosión de oferta en un contexto curiosamente opuesto: la apatía política y la poca paciencia al aparato partidista está en niveles altísimos de hartazgo. Entonces, que tengamos récord de candidaturas ¿es viable?

No me refiero a que si la participación democrática sea buena o mala. Siempre es buena. Tampoco me refiero a la selectividad de dirigentes que ponen su nombre en una lista. Cada uno es dueño de sus decisiones. Ni mucho menos me refiero a las obsecuencias del proceso electoral donde hay 60 Intendencias en juego con casi 100 candidatos, pero con una elección ya definida en Tolar Grande donde la alternancia no está en juego hace varios períodos. Curioso, claro, tener explosión de oferta sin tener explosión de demanda en todo el territorio. No es una crítica al sistema democrático en sus 40 años desde su restauración, sino a los actores de ese sistema que juegan con las reglas sin leer el manual.

Por ejemplo: volvemos a ver candidaturas con prontuario o figuras con serias sospechas. Entonces, lo que analizamos aquí no es denostar que tenemos un sistema que aumenta en participación, ni mucho menos un rol adecuado de una Cámara

Electoral presionada por el récord de participación.

Mas bien, debemos poner foco en tres cuestiones: el rol de los partidos políticos puertas adentro, la crisis de representatividad, y los esquemas de gobernabilidad el día después del 14 de mayo.

Los partidos

Primero, ya un tema recurrente en estas columnas, no hay democracia sin partidos políticos vibrantes, ordenados y con una oferta política nítida. Los 12 frentes que nos llevan a preguntar cómo puede ser que tengamos 12 visiones de provincia, no son partidos.

El conglomerado de las ideas que los une es más bien efímero cuando se estudia a los candidatos que, en muy pocas excepciones, parecen ser dichos de varias afiliaciones partidarias. Esto pone en riesgo la utilidad del partido político como unidad de análisis en el sistema electoral salteño.

Dicho de otra manera: mejor tener un partido para sumar a un frente, que un partido para hacerle frente a la política. Un partido político visto desde los 40 años de democracia debería funciona como la usina de ideas, propuestas, visiones y dirigentes con perfil de servidor público. Deberían ser análogos a lo que es una organización de la sociedad civil: con un fin orgánico, con problemas por resolver, y herramientas con que gobernar. La calidad política depende de estas características.

A 40 años de democracia, resulta una innovación ver que el Partido Justicialista o la Unión Cívica Radical no completen cargos en las diferentes competencias electorales de la provincia. No digo que ninguno de estos partidos sean necesariamente referentes únicos, pero sí que somos testigos de una debacle que piensa en nombres y apellidos y no en estructuras políticas.

Hablamos de estructuras políticas porque solamente en el conjunto entre convicción y plan de gestión existe la posibilidad de corrección de errores. Ya vimos lo que ocurre cuando se espera la salvación mesiánica o un nombre propio sin equipo. Será interesante ver qué planes de acción llevan los partidos políticos en Salta una vez que la política frentista termine su aventura. ¿Volverán a formar cuadros técnicos? ¿A militar una mirada ideológica en pos de resolver problemas? ¿A elegir autoridades?

La representación

En un segundo nivel, el escenario que nos plantea la elección 2023 es la búsqueda de un refugio político, intelectual e ideológico. Sabemos que las corrientes políticas de la Argentina matizan las ofertas electorales provinciales.

En Salta, solo dos son claras: las dos partes de la grieta. En el medio, hay un abanico que parece ser amplio, pero no lo es por una simple razón: no sabemos qué representan.

Sabemos que hay grandes anuncios, que preocupa la inseguridad, la pobreza, los jóvenes, pero sabemos muy poco desde qué punto de vista y con qué herramientas se planea resolver estos temas. Esto es un problema base de representatividad. Hay 12 visiones de Provincia, pero no podemos distinguir entre la segunda y la novena. Entonces, quizás estamos viendo la

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