El Tribuno

La Argentina ha llegado a un punto de no retorno

Hoy tenemos una república necrosada, sin educación, sin justicia, sin ningún estadista de verdad, sin poder político, con un sindicalismo mafioso y con un sistema económico en estado de descomposición.

Por Carlos Belloni Ingeniero y escritor

Soy mayor; en mi adolescencia se compraban discos de vinilo. Fanático del rock progresivo, recuerdo uno en particular, el segundo disco de Kansas lanzado en 1977: “Punto de no retorno”. En su tapa se ve una carabela sobre el borde del mundo en el instante preciso antes de caer. Inspirado en las creencias del medioevo, se imagina un borde del mundo más allá del cual se cae al abismo y ya no se puede volver a la “civilización”. Los marineros de Colón temían alcanzar ese punto.

En la navegación espacial el punto de no retorno es el instante cuando, de seguir adelante, se quema el combustible necesario para poder volver. Hay infinidad de novelas que juegan con esta idea y, sin ir muy lejos, la última novela de Andy Weir, “Proyecto Hail Mary”, se basa en ella.

Hoy se usa este término también en referencia al cambio climático; como el momento a partir del cual la civilización se encaminará de manera irrefrenable hacia su aniquilación y no se podrá hacer nada por evitarlo.

Lo importante es que hay un punto a partir del cual, una vez superado, no se puede volver atrás. ¿Argentina habrá alcanzado ese punto? ¿Lo hemos superado y nos encontramos cayendo al abismo y a nuestra aniquilación como país y como sociedad? ¿O queda algún mecanismo -alguna alternativa-, que nos permita restablecer la cordura vulnerada? ¿Podemos volver a ser un país normal, racional, con alguna posibilidad y con alguna clase de futuro mejor por delante?

Nobleza obliga, aclaro desde el inicio mi postura. Creo que hemos superado ese punto hace décadas y que no hay forma alguna de volver a ser un país normal. Ni racional ni democrático ni civilizado ni funcional. Por supuesto que es solo mi opinión; apenas una opinión más.

Arthur Schopenhauer, en su libro “El arte de tener siempre razón”, expone treinta y ocho estratagemas para tener razón; para “ganar” una discusión usando tanto medios lícitos -fas- como ilícitos -nefas-. Es cierto que a muchos lo único que les importa es tener razón, sin importarles la verdad, la razonabilidad de los argumentos o de las conclusiones. Estúpida gloria; ganar un debate sin encontrar la verdad; provenga esta de donde sea. Yo no busco tener razón. Es más, de veras espero estar muy equivocado. Solo que no encuentro un solo argumento válido que me deje sentir la más mínima esperanza.

La calidad de todo

Analicemos cuál es hoy la calidad de la democracia. La calidad de sus instituciones, la presencia -real, no la declamada- del Estado; la calidad de la Justicia y de sus jueces; la calidad de la seguridad y la valoración por parte de la sociedad de sus custodios; la calidad de la educación y la de los educadores; la calidad de las organizaciones sindicales y la de sus sindicalistas; la calidad de la economía y la de los empresarios que la nutren; la calidad de todo el país: la de sus dirigentes y la calidad nuestra como ciudadanos.

Hagamos el ejercicio de verdad. Sin veleidades ni esnobismos. Sin ideología. Sin hacernos trampa jugando al solitario. Comparemos cómo se encontraba el país respecto a estas variables en 1910, en 1983, y cómo se encuentra hoy. ¿Por qué estos tres momentos? Porque en 1910 nos encontrábamos en plena construcción. Se había superado la ruptura que significó la Batalla de Caseros; se había logrado suscribir una Constitución en 1853, venían inmigrantes de todo el mundo como si esta fuera la tierra prometida y se iba consolidando una idea de país.

1983 por casi las mismas razones. Había caído la más siniestra dictadura, existía un estado de efervescencia democrática y de optimismo general y, otra vez, existía la idea de un futuro mejor.

Y hoy, bueno; hoy pareciera que no queda nada de eso. Que no queda nada. Ni efervescencia democrática, ni optimismo general ni idea de un futuro mejor. Hace poco un subnormal dijo “todas las variables económicas dan espectacular”. No solo eso no es cierto; no encuentro una sola variable económica ni de ningún otro tipo que dé un resultado mejor comparada con 1910 o 1983.

Variable por variable

Empecemos por la educación; llave de todo futuro. En las últimas mediciones PISA y sobre 77 países, Argentina ocupó el lugar 65 en ciencias, el 63 en comprensión de lectura y el 71 en matemática. Un informe publicado por el Observatorio Argentinos por la Educación muestra que de cada 100 chicos que ingresan en la escuela primaria solo 53 terminan el ciclo en el tiempo regular y solo 16 lo hacen con una comprensión razonable de lo que leen y son capaces de realizar operaciones matemáticas simples. Hoy, los adolescentes no leen ni entienden lo que leen. Toyota no pudo cubrir vacantes laborales porque las personas que se presentaron a cubrir dichas posiciones no fueron capaces de mostrar que habían comprendido lo que les dieron a leer. Mientras tanto, el Consejo Federal de Educación de la Provincia de Entre Ríos considera que las calificaciones deberían ser entre “cuatro” y “diez” para evitar el impacto subjetivo que las notas menores podrían ocasionar -según ellos- en el alumno. En Formosa, los alumnos pueden pasar de año con 19 materias previas gracias a un decreto de Gildo Insfrán firmado por su ministro de Educación.

Opinión

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2022-05-15T07:00:00.0000000Z

2022-05-15T07:00:00.0000000Z

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